Las líneas de Hartmann son unos canales telúricos que cruzan la tierra de norte a sur y de este a oeste. En sus intersecciones se forman puntos energéticos que ciertas personas aseguran ser capaces de percibir.
Según el homeópata alemán Ernst Hartmann (1915-1992), si usted tiene la mala fortuna de dormir o trabajar durante horas en uno de esos puntos “geopatológicos” -se encuentran cada dos metros, así que es posible que ahora mismo esté sobre uno de ellos- puede desarrollar estrés, insomnio, enfermedades crónicas y hasta cáncer. (Página del grupo alemán de discípulos de Hartmann).
Sin embargo, es conveniente aclarar que esos canales telúricos son imaginarios. A pesar de que la radiación electromagnética se puede medir con facilidad, nadie ha detectado las supuestas líneas de Hartmann.
Tan solo las pueden percibir personas especialmente dotadas para ello, por medio de un péndulo o bien utilizando varillas de radiestesia, dos métodos con un asombroso parecido a la ouija.
Aunque no parece haber motivos razonables para pensar que esas energías son reales, existen muchas empresas e individuos dedicados a detectarlas en casas y oficinas. Se hacen llamar geobiólogos.
Hartmann se apropió del término geobiología porque sonaba convincente y funcionaba para promocionar sus ideas, pero no hay que confundir a estos médiums de las energías con los otros geobiólogos, los que estudian la influencia de los seres vivos en las características físicas y químicas de la Tierra.
En la mayoría de ocasiones, para determinar si su casa es “tóxica” y sufre alguna “geopatología”, un amable experto recorrerá su piso con dos varillas, una en cada mano, buscando interferencias en la fuerza, como un caballero Jedi de la Guerra de las Galaxias. Cuando las varillas se juntan o se separan, el experto interpreta que ha dado con una variación en el campo electromagnético.
De nuevo, los movimientos de las varillas, como el vaso de la ouija y el péndulo de los adivinos se debe a reacciones musculares del propio medium, ya sea de forma consciente o inconsciente.
Existen diversos estudios que demuestran que la radiestesia no sirve para detectar campos electromagnéticos ni corrientes de agua subterráneas. El Ministerio de Defensa del Reino Unido desarrolló diversos experimentos en ese sentido en 1971. La revista Nature publicó esos estudios, cuyas conclusiones apuntan a que “los resultados obtenidos con la radiestesia no son más fiables que los que se obtienen por azar“.
YO HE VISTO A GEOBIÓLOGOS QUE HACEN SUS MEDICIONES CON APARATOS
Un espectrómetro puede medir cualquier radiación electromagnética. Desde los rayos gamma y rayos X hasta las ondas de radio, pasando por el infrarrojo y las microondas.
Hay geobiólogos que necesitan dar un aire técnico a su trabajo, por lo que aparecen en casa de sus clientes con un aparato para medir radiaciones. Normalmente es un transistor que detecta la frecuencia de radio FM. Sí, la misma por la que escuchamos las noticias y el fútbol. (Si tiene interés, en este documento se explica cómo se supone que una radio FM detecta las líneas Hartmann).
Cuando el geobiólogo camina por una casa con una radio FM encendida, escucha sonidos y ruidos diversos, que interpreta, según le convenga, como radiaciones benignas o malignas para su salud.
Por supuesto, si el geobiólogo cobra bien por su trabajo y se lo puede permitir, nada le impide hacerse con un espectrómetro para medir otros rangos del espectro electromagnético.
Una televisión analógica es capaz de captar la radiación de fondo de microondas que provocó el Big Bang. Eso no quiere decir que los ruidos que capte ese señor tengan nada que ver con las imaginarias líneas Hartmann y tampoco que las diversas fuentes de energía naturales y artificiales que existen sean un peligro para su salud.
Existen otros métodos disparatados para medir las posibles energías negativas a las que podría estar sometido en su casa o su oficina. Es especialmente interesante la existencia de unos aparatos llamados georritmógrafos. Aquí pueden comprar uno si lo desean. Este ingenio, que no es barato, mide la resistencia eléctrica de su cuerpo entre mano y mano.
Voy a citar literalmente la presentación comercial del aparato: “La persona a examinar se sienta en diferentes lugares o en diversas influencias (causantes de estrés o limitantes de estrés). Se miden los valores de resistencia entre las dos manos en intervalos de 30 segundos. La regulación corporal detecta los lugares geopatógenos y los rangos de influencia del electroestrés que no están en tranquilidad“.
Pues eso, si sienten que su electroestrés no está en tranquilidad, barajen la idea de comprar uno de esos aparatos.
¿PODRÍAN CAUSAR DAÑO ESAS ENERGÍAS SI FUERAN REALES?
Los discípulos de Hartmann relatan como al doctor se le “ocurrió la idea” de las energías telúricas durante los primeros años pasando consulta en su despacho privado. “Sus suposiciones fueron confirmadas más tarde, cuando él mismo hizo una investigación” y determinó que cambiando la cama de lugar, todo tipo de enfermedades “desaparecían rápidamente”. ¡Milagro!.
Nunca se llegó a efectuar un experimento controlado sobre sus afirmaciones. Toda la evidencia sobre su hipótesis se reduce a que él estaba seguro de lo que decía, y no hay más que hablar.
Por si alguien no estuviera convencido, sus discípulos guardan un argumento más en la recámara. Los gatos y los perros tienden a evitar ciertos espacios de la casa. Eso, razonan, es porque existen energías telúricas que pueden provocar cáncer. Si usted está satisfecho con esa explicación, contrate ahora mismo a un geobiólogo que limpie su casa.
Si quiere disfrutar en alemán de la sabiduría de Hartmann, puede buscar su obra fundamental, y única: Krankheit als Standortproblem (La enfermedad como problema de localización). Se trata de un texto en el que el doctor, que dedicó parte de su esfuerzo vital a inventar remedios homeopáticos para “controlar el sistema nervioso autónomo”, mezcla sus líneas energéticas con los conceptos chinos del Yin y el Yang. Espero que sea una lectura provechosa.